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Los que abogan por votar al PP, sin ser de derechas, manejan el argumento de la necesidad :)de un cambio de gobierno para cortar el derroche del que han hecho gala los socialistas. Pero el gasto inútil y superfluo del estado no variará porque sea un partido u otro el que esté en el gobierno, como ha podido verse con los gastos militares, los fondos entregados a la iglesia, las rebajas de impuestos a los ricos, las obras faraónicas e inútiles o el dinero que se gasta para poner a la administración pública al servicio del gobierno de turno, sea cual sea el color del partido dominante. Las camarillas de asesores, empleados y demás corte que emplea cada partido cuando llega al gobierno sustituye a la del anterior. Sólo cambian el “amo del cortijo” y sus seguidores. Porque para que en realidad cambiara el concepto de la ética y la decencia de los políticos, sería necesario que cambiara la ética de la propia sociedad, y eso no se conseguirá por el mero hecho de sustituir un partido por otro. Los partidarios del votar al PSOE, defienden su opción planteando que no participar en las elecciones favorece a la derecha. Es el argumento que llevamos oyendo desde los albores democráticos. Ya no se recuerda –o no se quiere recordar-, que el voto de “izquierdas”, entregado a Felipe González o al mismo Zapatero, ha llevado al poder a un partido que ha ido ejecutando las más duras políticas contra l@s trabajador@s favoreciendo, en cambio, a bancos y multinacionales por encima de cualquier interés social. Para esto ha servido el voto “útil” de la izquierda. Los que reclaman, en cambio, votar a los partidos a la “izquierda” del PSOE, defienden que ese voto servirá para “presionar”, para que se realicen “auténticas” políticas de izquierdas. Pero cuando estos partidos han tenido opciones de gobierno, junto al PSOE o en solitario, desde las alcaldías a los gobiernos autonómicos, nada ha cambiado. Porque en las “tareas de gobierno”, de nada sirven los brillantes programas electorales, sino la realidad de las múltiples conexiones económicas con los poderes reales establecidas en cada uno de esos ámbitos. Y llegados ahí, los colores y las banderas palidecen y los partidos entran en el “juego” con las reglas fijadas por los que de verdad lo controlan y no con las suyas propias, contando con que éstas fueran diferentes.Después de las elecciones, por tanto, nos encontraremos en el mismo punto en el que estamos ahora. Por eso decimos que si quieres que todo siga igual, puedes votar. Pero si quieres que las cosas cambien, tendrás que luchar. Ahora se trata de acordar entre todos unas nuevas reglas de juego para que juguemos todos. De recuperar nuestra conciencia de clase, de mirar el mundo no con los ojos del individuo, sino de la colectividad; de conectar nuestros problemas y también las soluciones, mucho más allá de las siglas, los partidos y los bandos que pugnan por representarnos; estamos aquí para representarnos a nosotros mismos.