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Pattis, como Otto Skorzeny (fallecido en Madrid el 5 de julio de 1975), Hans Hoffman (muerto en Málaga 22 de octubre de 1998) u Otto Remer (muerto en Marbella el 4 de octubre de 1997), se convirtieron en ídolos míticos para los jóvenes hitlerianos que tuvieron la oportunidad de conocerlos.
Iniciado por Ciudadan@s de Espartinas Empecemos por el caso HidalgoJuan German Hoffmann, abogado, hijo de nazi y blanqueador internacional de Roca (Malaya) y otros (Hidalgo)Despacho Cruz Conde (la lavadora)Los hermanos Cruz Conde y Suárez de Tangil.El cura de vicepresidente en Cajasur, y el otro blanqueando dinero en Marbella (operación Hidalgo)Fink 2010 S.L.: Juan German Hoffmann, Karl Paul Reichmuth, blanqueo malaya e hidalgo Karl Paul Reichmuth (ex Credit Suisse) presidente de Banco Reichmuth & COSarkozy, el traficante de armas, Al Qaeda, el Rey, Marbella y CajaSur (bis)La red del 'caso Hidalgo' blanque dinero de tramas criminales de al menos diez pases. SUR.esLas ltimas pesquisas del juez Torres - Tiempo* hay un error: es Fink 2010 y no Finj 2010El juez Torres ordena la captura de Pedro Román y su hija por el 'caso Malaya' · ELPAÍS.com
Portada de la edición 83 de Arcadia. La historia oculta Documentos recién descubiertos confirman la participación activa del fundador de la antropología en Colombia en el régimen de Adolf Hitler. Por: Camilo Jiménez Santofimio. Antes de que la voz se le quebrara, hizo una pausa y empezó a respirar con dificultad. Luego dijo: “A mí me duele leer esto”. Dirigió la mirada al fondo del auditorio y permaneció uno, dos, quizá tres segundos en silencio. Finalmente, giró la cabeza hacia un lado y batió las hojas de papel que sujetaba en la mano. “Disculpen, me duele porque yo conocí a Gerardo Reichel…”. En ese momento comenzó a llorar.El pasado 18 de julio, a las ocho de la mañana, Augusto Oyuela-Caycedo pronunció un discurso que cambiará para siempre la historia de la antropología en Colombia. Aquella mañana, la tercera jornada del 54 Congreso Internacional de Americanistas acababa de comenzar en la Universidad de Viena, en Austria. Oyuela-Caycedo tenía a su cargo la apertura de un acto conmemorativo sobre Gerardo Reichel-Dolmatoff: el fundador de la Facultad de Antropología de la Universidad de los Andes, uno de los más celebrados académicos del país y bautizado el “padre de la antropología colombiana”, que murió en 1994 y este año habría cumplido cien años de vida. Hace poco, la Universidad Javeriana editó en castellano por primera vez una de sus obras más importantes La gente de Aritama. La personalidad cultural de una aldea mestiza en Colombia.Ya el título de la ponencia —“Gerardo Reichel-Dolmatoff: su pasado, legado y problemas”— insinuaba que Oyuela-Caycedo estaba decidido a aguar la fiesta. En veinticinco minutos, presentó sus hallazgos. La evidencia es demoledora. Documentos del Archivo Federal Alemán —el Bundesarchiv— señalan que Reichel-Dolmatoff había sido miembro del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, por su sigla en alemán), que había servido en la Schutzstaffel o SS hitleriana, que había sido integrante de la guardia personal de Adolf Hitler y que, antes de que fuera expulsado de la policía política hitleriana, alcanzó incluso a entrenar guardias en un campo de concentración.Cartas del régimen, de la policía, del partido nazi, artículos, estudios académicos y registros oficiales dan cuenta de ello. Incluso, un texto que podría ser el diario íntimo del famoso antropólogo contiene pasajes estremecedores que relatan matanzas de las que habría participado. Reichel-Dolmatoff fue un nazi en su vida temprana y guardó ese secreto hasta el fin de sus días.El Congreso de Americanistas de Viena es el más grande del mundo. Este año, más de cuatro mil expertos se reunieron para intercambiar conocimientos. Aquel miércoles 18 de julio, la sala en que Oyuela-Caycedo habló estaba llena. Varios colombianos aguardaban el inicio de la sesión. Algunos conocidos y antiguos colegas de Reichel-Dolmatoff habían viajado a Austria para participar en el homenaje, que abarcaba, además de la de Oyuela-Caycedo, varias presentaciones sobre la vida y la obra del fallecido científico.“Mi impresión es que todos estaban sorprendidos y choqueados”, dice Friedemann Derschmidt, un austriaco, familiar de Reichel-Dolmatoff, que estuvo presente durante la ponencia, la grabó y la colgó en YouTube, donde aún se puede ver. Derschmidt se dedica a explorar los nexos de la familia Reichel con Hitler. “Era un evento académico, por lo cual se procedió de manera objetiva y sobria, pero sí percibí cierta agitación pues todos sabíamos que en la sala había algunos antiguos estudiantes de Gerardo”, dice.Una vez finalizado el homenaje, Oyuela-Caycedo se dirigió al restaurante universitario para reunirse con un puñado de colegas. Había reservado una mesa para cinco, pero se llevó una sorpresa cuando advirtió que más de treinta miembros de la academia colombiana, austriaca y alemana, entre ellos tres directores de facultades y representantes del Museo del Oro, se habían apresurado para llegar a la cafetería y tomar un puesto cerca de este hombre que, en la paz de una universidad vienesa y con lágrimas en los ojos, acababa de poner patas arriba a la ciencia colombiana. Los presentes querían conocer los detalles del viaje en el tiempo que Oyuela-Caycedo había debido emprender para descubrir el pasado nazi de Gerardo Reichel-Dolmatoff.Oyuela-Caycedo vive y trabaja en Gainesville, en la Florida. Tras recibir su PhD de la Universidad de Pittsburgh en 1993 y completar un posdoctorado en la Universidad de Calgary, se estableció en Gainesville para laborar como docente e investigar. Han pasado cuatro semanas desde su aparición en el Congreso de Americanistas de Viena, pero esta es la primera vez que habla con un medio de comunicación sobre lo sucedido aquella mañana y sobre lo que les contó a sus comensales durante el almuerzo.“Yo conocí a Reichel-Dolmatoff en 1982 y volví a verlo en varias ocasiones hasta su muerte”, dice Oyuela-Caycedo desde su estudio en Estados Unidos. “Pero nunca le pregunté por su pasado y nunca me imaginé que esa fuera la verdad”. Lo recuerda como “un hombre grandísimo, grueso, siempre elegante, muy brillante, con una erudición impresionante” con el que un día se topó en un ascensor. Poco después, establecieron una relación. Alicia Dussán, esposa y compañera de profesión de Gerardo, llamaba a Oyuela-Caycedo para invitarlo a tomar té con “el profesor” en su apartamento en el norte de Bogotá.En 1996, dos años después de la muerte de Reichel-Dolmatoff, Oyuela-Caycedo escribió una nota biográfica sobre este para American Antiquity, una publicación de la Society for American Archeology. “El 16 de mayo de 1994, la comunidad académica perdió a uno de sus más grandes investigadores”. Así comenzaba el artículo que salió junto a una foto de Reichel-Dolmatoff: fuerte, de pelo y bigote blanco, posando frente la Catedral de Notre Dame de París. Está sonriente, viste un traje oscuro bajo un abrigo claro y se apoya en un bastón. “Cuando empecé a ocuparme de su vida me di cuenta cuán desconocido era su pasado”, dice Oyuela-Caycedo. “Pero no sospechaba nada”.En 1939, Reichel-Dolmatoff había arribado a Colombia con ayuda del historiador francés André Siegfried, quien le había pedido al presidente Eduardo Santos que le gestionara un permiso de entrada. Venía de París, adonde había llegado después de que lo expulsaran de la SS hitleriana. Un episodio psiquiátrico —en un documento habla de “dolores de cabeza que me incapacitaron”— no le había permitido permanecer en los escuadrones. Había pasado unas vacaciones en Berlín, donde pensó en irse a Etiopía. Y aunque un amigo suyo logró hacerlo desistir del plan, pronto abandonó Alemania. No se sabe si volvió a Austria o si estuvo en territorio checo o en Hungría. En 1937, llegó a Francia y se vinculó a la resistencia francesa antihitleriana liderada por Paul Rivet, el creador del Museo del Hombre.En Bogotá, comenzó trabajando como ilustrador. Pero pronto se sumergió en la academia y empezó su carrera como antropólogo. No dejó de serlo hasta el día de su muerte. Falleció coronado como el pionero de la investigación sobre los indígenas colombianos y como un humanista que había llegado al país de la mano de figuras clave del antihitlerianismo como Paul Rivet y el general Charles de Gaulle, quien, cuando fue presidente de Francia, lo condecoró incluso con la Legión de Honor.Reichel-Dolmatoff trataba con recelo los asuntos de su vida privada. “Yo nunca le oí cuentos de él con su papá”, dijo su esposa en una entrevista. El antropólogo Martin von Hildebrand dice: “Lo conocí bien, pero siempre fue reservado en cuanto a su vida íntima”. De su pasado hay poca información verificada, la mayor parte proviene de la tradición oral. Había nacido en Salzburgo, probablemente el 6 de marzo de 1912. Su padre, el pintor Carl Anton Reichel, era checo por lo cual Reichel-Dolmatoff tuvo la nacionalidad checa (y no la austriaca como se piensa). Su nombre original era Erasmus Gerhard. Creció en condiciones acomodadas, pero su vida familiar fue conflictiva. Su padre abandonó a la familia cuando él tenía trece años. Estudió el bachillerato en el Gimnasio de Kremsmünster, pero no lo terminó. De lo que siguió, ningún historiador tiene certeza. Probablemente hizo cursos de pintura y de antropología. La versión que sostuvo a su llegada a Colombia fue, en todo caso, que estaba huyendo de los nazis.Esta versión era la que Augusto Oyuela-Caycedo conocía, cuando en el 2006 leyó un documento que lo alarmó: una tesis de doctorado escrita por David García Rodríguez para la Universidad de Viena. El texto de 156 páginas exploraba la influencia de Reichel-Dolmatoff en la institucionalización de la antropología en Colombia. De no ser por la lectura atenta de Oyuela-Caycedo el documento habría ido a parar a una lista de material bibliográfico. “Encontré menciones de una posible relación de Reichel-Dolmatoff con el partido nazi”, dice.Poco después, en el 2007, Oyuela-Caycedo se encontró con un documento que volvía a vincular al célebre antropólogo con el nazismo. Se trataba de un texto titulado “Cómo un austriaco se convirtió en el padre de la antropología colombiana” en el que la investigadora Dagmar Ulm escribía: “Es un hecho verídico que Reichel tenía contactos con el movimiento nazi desde sus años en Kremsmünster”.“El siguiente paso fue buscar evidencia”, dice Oyuela-Caycedo. En ese momento las dudas lo agobiaban. Según pudo establecer Arcadia tras conversar con antropólogos cercanos a Reichel-Dolmatoff, siempre había habido rumores sobre el “pasado oscuro” de este en Europa y sobre la posibilidad de que hubiera colaborado con los nazis. Su padre había conocido a Adolf Hitler en Múnich. Su tío, Heinrich Reichel, había sido un importante ideólogo de la llamada eugenesia (la doctrina según la cual los rasgos hereditables de una raza son conservables) y adepto de la “higiene racial”. Esto era conocido y le daba combustible a los rumores. Pero, según el profesor Roberto Pineda, “como casi siempre venían de enemigos suyos malintencionados, costaba creer que fueran verdad”.Sin embargo, en 2007 Oyuela-Caycedo supo que debía investigar. Lo que encontró fue estremecedor. Primero exhumó un artículo de 1938 de la revista Bergland que se refería a los dibujos de “un tal Erasmus Reichel”, el nombre de nacimiento de Gerardo. Entre otras cosas, el autor decía que “por ser nacionalsocialista, a Reichel le fue vetada su tierra natal (…)”. Luego se topó con una nota a pie de página en el libro Britain and the Dictators que rezaba: “Un documento terrorífico, que echa luz sobre los métodos de aquel 30 de junio (de 1934, durante la purga de la Noche de los Cuchillos Largos), se encuentra en (…) Die deutsche Revolution (…). Se titula ‘Confesiones de un asesino de la Gestapo’ y contiene el testimonio detallado de un tal Erasmus Reichel, un austriaco de nacimiento, que se adhirió a la SS (…)”. Después halló una reseña publicada en Londres, en 1940, que se refería a las “Confesiones de un asesino de la Gestapo” y a Reichel como “un antiguo miembro de los guardaespaldas de Hitler provenientes de la SS”. Vino posteriormente el hallazgo de la revista Die deutsche Revolution (La revolución alemana), el órgano de la resistencia antihitleriana de la derecha alemana dirigido por el nacionalista disidente Otto Strasser. Allí, Oyuela-Caycedo encontró las “Confesiones de un asesino de la Gestapo”, presentadas por la revista como el diario íntimo de Reichel: “Entre los miembros del comando de muerte del 30 de junio de 1934 se encontraba un tal Erasmus Reichel (…)”.“Quedé conmocionado cuando leí esas confesiones”, dice Augusto Oyuela-Caycedo. Y añade: “Es que a uno no le cuadra que tal intelectual hubiera tenido ese pasado”. Uno de los pasajes más turbadores de las “Confesiones” fue el que leyó el 18 de julio durante su ponencia en Viena y lo llevó a las lágrimas. Es un relato de la ‘limpieza’ de más de 200 personas ordenada por Hitler tras el asesinato de Ernst Röhm, comandante de la SA, una milicia nazi. Reichel, al parecer, participó de la masacre. “Toqué el timbre -dice el texto-, un hombre anciano salió y dijo: ‘oh, esto’, y yo le disparé dos veces. El hombre cayó y trató de sentarse pero yo salté la escalera y le disparé en la frente (…)”.Oyuela-Caycedo admite que, por el momento, no se puede estar seguro de que el texto fue escrito por Reichel. Según él, hay indicios de que fue manipulado y publicado sin permiso. Sin embargo, también hay razones para pensar que la base de la publicación sí fue el diario de Reichel. “Hay coincidencias de nombres, lugares y fechas con documentos que hallé después”, dice.Oyuela-Caycedo sabía que su investigación carecería de valor científico si no hallaba evidencia contundente. Sabía que sería necesario viajar a Berlín y escudriñar en las actas del Bundesarchiv. Sabía que si lo que se decía de Reichel-Dolmatoff era cierto la verdad estaría consignada en los antiguos registros secretos de la SS y del partido nazi. Y así fue. Desempolvó un acta con el nombre de Erasmus Reichel. Encontró cartas firmadas por él con el grado de Scharführer de la SS y evidencia de que había estado involucrado con las Juventudes Hitlerianas, de que había sido miembro del NSDAP y de la guardia personal de Hitler y entrenador en el campo de concentración de Dachau.Oyuela-Caycedo piensa que sus revelaciones deben dar pie a cuestionar los fundamentos de la antropología colombiana. Roberto Pineda, de la Universidad Nacional, considera que esto “es una alarma para la antropología, pues no se suele explorar los entornos familiares de sus actores”. Pero exige un debate balanceado, pues “Gerardo tuvo gran influencia en la investigación de los indígenas en Colombia”. Andrés Barragán, de la Universidad de California, dice: “Tengo la sensación de que, si lo que se le atribuye es cierto, Reichel tuvo una rectificación en su vida. Se debe dar un debate con altura que abarque ciencia y política en este país y que le evite problemas a la familia”. Martin von Hildebrand, ganador del Nobel Alternativo y colega cercano de Reichel-Dolmatoff, argumenta de similar manera: “El debate no debe quitarle valor a su obra. Él vivió una época terrible y tuvo un pasado desafortunado, pero fue secretario general de Francia Libre y trabajó con pueblos indígenas. Su aporte, incluso su valor moral en Colombia, no se pierde”. Arcadia contactó a la familia Reichel Dussán y no dio declaraciones. ¿Cómo termina un joven nazi trabajando en Colombia para una organización de resistencia a Hitler? Augusto Oyuela-Caycedo es consciente de que esta pregunta aún carece de una justa respuesta, pero por sus acciones, es más que evidente que a diferencia de sus compatriotas, Reichel-Dolmatoff pudo intuir la magnitud del horror que estaba por venir tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esta también puede ser leída como una historia de temprana redención, de un hombre que supo transformarse en un humanista. Lo que no se explica es por qué los académicos habían preferido el silencio. Sus hallazgos son apenas el primer capítulo de una historia que por años había estado oculta y que hoy sale a la luz pública. Oyuela-Caycedo añade con sorpresa: “Esta información existía, estaba ahí, lo que me sorprende es que nadie la vio”.
Los nazis escondidos en EspañaEl escritor Andrés Pérez Domínguez aborda en ‘El silencio de tu nombre’ la implicación española en negocios con los alemanes durante la guerra FOTOGALERÍA El Madrid de los espías alemanesEran espías o nazis protegidos por Franco. Verlos pasear por Madrid en los cincuenta, por lugares muy concretos de la ciudad – restaurantes y bares como Chicote, Horche, Lhardy, Pasapoga: o sitios como el jardín botánico, el Museo del Ferrocarril, la estación de Atocha, las plazas Mayor o Santa Ana-, no resultaba nada extraño. Alemanes que colaboraron activamente con Hitler encontraron cobijo, una vez acabada la II Guerra Mundial, en la España del dictador. Se convirtieron en hombres y mujeres que vivían sin problemas en un país empobrecido por los resquicios de la Guerra Civil. La historia de estos personajes y el periodo que va de las décadas de los treinta a los años cincuenta del siglo XX siempre les han resultado atractivos al escritor Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969), una atracción que le llevó a investigar durante años esa etapa de la historia europea para escribir El violinista de Mauthausen y ahora la novela El silencio de tu nombre, que acaba de publicar Plaza&Janés. En ella el autor ahonda en la implicación española en el Holocausto y los negocios que mantuvieron empresarios afines al régimen con los nazis.“El gobierno de Franco dejó que los alemanes sacasen de las minas wolframio, elemento químico estratégico, para aplicarlo en su maquinaria bélica y aprovechar sus características para endurecer proyectiles, especialmente los misiles antitanque, y el armamento”, cuenta Pérez Domínguez. Antes de empezar la II Guerra Mundial, en España había seis empresas que se dedicaban a la extracción de ese elemento químico y al finalizar la contienda se contabilizaron un centenar. El Gobierno consiguió a cambio 87.422 kilos de oro: de hecho, muchos de los lingotes que llegaban a España tenían grabada la cruz gamada.La cantidad que pagó el dictador a los alemanes fue de cerca de 140 millones, 100 de ellos obtenidos de las zonas ocupadas. Parte de este oro se fundió y desapareció, o al menos no hay datos que certifiquen cuál fue su destino final. "Los alemanes no podían haber sacado wolframio porque Franco creó en 1939 una ley por la cual ninguna empresa extranjera podía tener más del 25% del capital en España. Para sortear los problemas legales, los alemanes se dedicaron a buscar testaferros españoles que figuraban como propietarios en las las empresas. Entre éstos destacaba José María Martínez Ortega, padre de Cristóbal Martínez Bordiú, yerno de Franco", puntualiza el autor de El silencio de tu nombre.En esta novela, en la que se entremezclan aventura, intriga y romance, se refleja con nitidez cómo quedó Europa después de la Segunda Guerra Mundial, arrasada por la intolerancia y el fanatismo político. El escritor inicia su historia en 1950 en París cuando Erika Walter, viuda de un agente secreto alemán, huye a Madrid con importantes documentos que implican a altos cargos nazis en el exilio. Su amante en la capital francesa, el español Martín Navarro, ex miembro del PCE, abandona la ciudad y decide seguirla, a pesar de saber que si la policía le encuentra le meterá en la cárcel. En medio de esta historia, los amantes se verán envueltos en una trama en la que están implicados policías, nazis, comunistas y agentes de la CIA..En El silencio de tu nombre, Pérez Domínguez tenía interés por contar los negocios que algunos españoles realizaron con los nazis: “No tuvieron escrúpulos de abastecerse con el dinero saqueado en los países ocupados por los alemanes y de proporcionales refugio o facilitarles la huida a terceros países”. De hecho, en España vivieron varios nazis hasta que murieron ya ancianos. “Era una manera de contar a través de la ficción que este país no fue neutral durante la Segunda Guerra Mundial. Hubo personas, vinculadas al poder franquista, que se aprovecharon y beneficiaron del expolio que los seguidores de Hitler cometieron en los países que fueron ocupando. Me gusta adentrarme en el pasado de mis personajes y que el lector contemple cómo su presente está condicionado a los actos que cometieron años atrás”, defiende el escritor.
Un nazi en la España de FrancoHoy sale a la venta en Estados Unidos el archivo de Otto Skorzeny | La viuda murió arruinada en el 2002 y legó los archivos de Skorzeny a quien le pagó el asilioEl 29 de diciembre de 2002 Ilse Lüthje falleció, pobre y anciana, en un asilo español. Era sobrina de Hjalmar Schacht, ministro de finanzas de Hitler y había sido la segunda esposa del conde de Finckenstein del que se divorció. Los Finckenstein eran una familia ilustre de Prusia occidental. Su palacio de Rosenberg, hoy en Polonia y del que sólo quedan cuatro paredes, era una propiedad de una belleza y refinamiento poco prusiano, que en 1807 había hecho exclamar a un Napoleón cansado de las soledades que atravesaba al final de su etapa y deseoso de reposo digno, "¡Enfin un chateau!".Ilse, a la que le gustaba firmar como condesa de Finckenstein sin que le correspondiera, había sido una mujer muy rica. En 1954 se había casado con Otto Skorzeny, el matarife jefe de operaciones especiales de Hitler, que se hizo famoso por la operación de comandos que liberó a Benito Mussolini en septiembre de 1943. Cuando Skorzeny murió en 1975 en Madrid, Ilse heredó una fortuna, pero, entre las estafas de los amigos de su marido y su mala administración, se quedó sin blanca. Al morir, la anciana no tenía mucho más que el archivo de Otto, así que se lo legó a la persona que le había ayudado en el difícil final de su vida pagando el coste de su asilo. Esa persona, actual propietario del fondo, lo ha puesto en venta y hoy los papeles de Otto Skorzeny se subastarán en la casa "Alexander Autographs Inc." de Stamford, Connecticut."Tenemos más de 3000 documentos, manuscritos, cartas, más de nueve horas de película, contratos de negocios y muchas cosas más, donde figuran un sinfín de personalidades políticas y algunas de las empresas alemanas más importantes", explica el propietario, que prefiere no hacer público su nombre.Lo que hoy sale a subasta en Estados Unidos son treinta documentos y también el reloj que Mussolini le regaló a Skorzeny tras el rescate de septiembre de 1943, explica Bill Panagopulos, presidente de "Alexander Autographs inc.". No está claro que lo que se subasta hoy sea lo más importante porque, "aun queda mucho trabajo por hacer, sin contar con que la caligrafía de Skorzeny es infame y muy difícil de descifrar", dice Panagopulos.Un hombre muy bien relacionadoEn cualquier caso, de los documentos del fondo a los que La Vanguardia ha tenido acceso, se desprende un cuarto de siglo de actividad de uno de los nazis más prominentes residentes en España, entre el final de la guerra y 1975, año de su muerte. Una intensa actividad política y de negocios a través de una fluida red de amistades con el gobierno español, sus generales, los generales de Hitler, dictadores suramericanos y grandes empresas como Krupp, Thyssen y la exportadora de armas Merex, una tapadera de los servicios secretos alemanes en la que trabajaban, o colaboraban, criminales de guerra teóricamente buscados por la justicia.El archivo incluye felicitaciones de Manuel Fraga Iribarne de 1964, cuando era ministro de información y turismo, una directiva del dictador paraguayo Alfredo Stroessner de 1964 para que se le provea a Skorzeny de un pasaporte paraguayo. Hay también, dos recomendaciones de visados firmadas por el periodista falangista Víctor de la Serna (1896-1958), que había estado a sueldo de la embajada nazi en Madrid, dirigidas a diplomáticos españoles en Alemania. Uno de ellos, el cónsul en Francfort Jorge Spottorno, emite un visado con nombre falso. Entre los papeles privados se encuentra también una nota del almirante Dönitz de mayo de 1962, al que el coronel de las SS ha hecho llegar sus condolencias por el fallecimiento de su esposa.Con Antonio Garrigues Walker, hombre de confianza de la embajada de Estados Unidos en Madrid desde los años cuarenta y luego embajador de Franco en Washington, Skorzeny mantiene muchos negocios y una amistosa correspondencia hasta su muerte.La legión alemana para la tercera guerra mundialEn lo político destaca el plan de Skorzeny, expuesto a Franco, Muñoz Grandes, al jefe del Estado Mayor Juan Vigón, al canciller Konrad Adenauer y a los ex generales de la Wehrmacht Hans Speidel, Heinz Guderian y Hans von Manteuffel, entre otros, de organizar en España un ejército alemán capaz de contraatacar en la esperada tercera guerra mundial. Mencionado en la ficha que de Skorzeny hay en el archivo de los servicios secretos alemanes (BND) como "Legión Carlos V", este plan ya era conocido por los historiadores."No era un plan descabellado, porque España era vista como una retaguardia detrás de los Pirineos", explica Carlos Collado, historiador de Munich y autor de "España, refugio nazi". Skorzeny se equivocó de puerta, dice el historiador Angel Viñas. "Debería haber vendido el plan a los americanos y al MI-6, que entonces mantenían una estrategia insurgente en los países bálticos", y en Ucrania Occidental, dice Viñas, autor de 'Los pactos secretos de Franco con Estados Unidos'. En ese clima del 'rollback' angloamericano, los planes de Skorzeny encajaban.En los años cincuenta el régimen franquista estaba luchando por su supervivencia, explica Viñas. "El ejército de Franco era militarmente una piltrafa, lo que los americanos querían eran bases militares, sobre todo aéreas para reforzar la política de contención de la OTAN", explica. Los militares españoles habían admirado al ejército alemán, Skorzeny tenía entre ellos un prestigio enorme, pero la tecnología militar que les llegaba de Estados Unidos era el futuro y les deslumbró mucho más. Tanto Viñas como Collado mencionan en sus obras el plan de Skorzeny.Una carta a Konrad AdenauerEl canciller Konrad Adenauer (1876-1967), primer jefe de gobierno de la Alemania de posguerra, conocía, por lo menos desde julio de 1951, el plan del Coronel Skorzeny, para sacar del país a militares y cuadros nazis con el fin de preservarlos ante una conquista militar soviética de Europa Occidental y utilizarlos en la posterior contraofensiva desde España, considerada "base" segura.Así lo confirma la carta que el ex jefe de operaciones especiales de Hitler establecido en España le envió a Adenauer el 12 de julio de 1951, cuya copia presentamos. En ella Skorzeny expone, "un pensamiento, que se me ocurrió al estallar la crisis de Corea, a la vista de la profunda resignación en la que se haya sumido el pueblo alemán y que intento realizar desde entonces"."En caso de estallar una nueva guerra en terreno alemán y de que no sea posible una defensa de Europa Occidental en la misma Alemania, se tendrá que preservar del ineludible ataque del bolchevismo asiático a muchos alemanes de valor, soldados y también científicos y técnicos. Sólo así Alemania continuaría siendo un factor y esas personas podrán trabajar por su patria de una manera útil. Este plan también se aplicará en Italia y otros países, y creo que con él se sirve a un verdadero ideal europeo. Este intento de salvación de un determinado potencial humano, puede y debe discurrir en paralelo con los esfuerzos oficiales para la defensa de Europa", señala la carta.Unidos en el anticomunismoSkorzeny se refiere a "los relatos baratos" de la prensa y a las "múltiples informaciones falsas" de los servicios secretos divulgadas sobre su persona, y apunta la que cree es su convergencia esencial con Adenauer, más allá de las diferencias."Aunque tengamos opiniones diferentes en muchas cosas, creemos que coincidimos en la voluntad de luchar contra el peligro del bolchevismo mundial asiático". "Por eso", concluye, "me parece importante encontrar una base en aras del mantenimiento del Occidente cristiano. Todo lo demás es secundario".En el inicio de su misiva al canciller, Skorzeny menciona a Juan Hoffman, un hispano-germano establecido en Málaga que fue persona clave en las relaciones de la España franquista con el gobierno de Adenauer en los años cincuenta.Oficial de la Gestapo y combatiente de la Legión Cóndor, Hoffmann había sido el traductor de español de Hitler. Su nombre lo lleva hoy el colegio alemán de Málaga. Un hijo de Hoffmann fue vinculado este año con la trama urbanístico-delictiva de Marbella.Fuerte presencia económicaLas empresas alemanas habían tenido una importante presencia en España entre los años 1937 y 1944. Muchos españoles, como el padre del Marqués de Villaverde, yerno de Franco, hicieron sus fortunas bajo la sombra de aquellas empresas del régimen nazi. Superado el paréntesis del derrumbe bélico alemán, a partir de 1948 y 1949, se reanudaron los contactos alemanes con España para retomar el control de aquellos intereses económicos. Así, cuando los nazis alemanes se escapaban de su país, en España había cierto tejido económico propicio.Administración postnazi en BonnLa administración de Adenauer estaba infestada de ex nazis. En el cargo de director de la cancillería, Adenauer colocó a Hans Globke (1898-1973), su hombre de confianza hasta 1963, con gran poder en el ámbito de la seguridad nacional. Globke era un jurista nazi que había participado en la redacción de las leyes racistas de Nuremberg de 1935.Como jefe de sus servicios secretos, Adenauer colocó a Reinhard Gehlen (1902-1979), un general nazi que había sido jefe de inteligencia del frente del Este. Al terminar la guerra fue captado por la antecesora de la CIA (OSS), con la que organizó una red de miles de ex agentes de la inteligencia nazi conocida como la "Organización Gehlen". En 1956 esa organización se transformó en los servicios secretos de la República Federal Alemana, Bundesnachrichtendienst (BND), que hoy día siguen siendo muy opacos y muy celosos en no ventilar sus orígenes.Globke, Gehlen, Skorzeny y Adenauer -los tres primeros nazis, el último democristiano- tenían en común su condición de católicos y anticomunistas. El anticomunismo fue, y sigue siendo, una seña de identidad de la Alemania democrática.Perdura cierta "inseguridad institucional"La historia de la posguerra alemana, con sus continuidades nazis en el aparato de Estado, especialmente judicatura, policía y servicios secretos, continúa siendo un tema delicado y muy poco aireado. Sesenta y seis años después del fin de la guerra, en la Alemania de hoy se vive una "inseguridad institucional" sobre ese pasado."Esa historia demuestra que no hubo hora cero, que hubo mucha continuidad en el nuevo comienzo de la RFA", dice Philipp Vergin, colaborador del Bundestag en la materia. "Historias como la de Skorzeny, Globke, Gehlen y tantos otros, las redes de negocios de criminales nazis impunes con infinidad de grandes empresas alemanas, sus apoyos políticos y económicos con dictadores latinoamericanos y el conocimiento y encubrimiento institucional de todo ello, fragilizan el anticomunismo fundacional de este país", dice Vergin.Donativo papalEl papa Pío XII hizo llegar en 1949 un "donativo papal" para los "refugiados alemanes en España", eufemismo de los nazis huidos. Así se desprende de una carta del archivo Skorzeny de febrero de 1952, firmada por el Padre Konrad Simonsen, y dirigida a Monseñor Montini (1897-1978), entonces secretario de Estado Vaticano y futuro papa, Pablo VI. Es, quizá, el documento más novedoso de toda la serie.En la carta Simonsen, que firma como "Padre Conrado de Hamburgo", se presenta ante Montini como, "encargado de su Excelencia el nuncio pontificio en Madrid para la distribución del donativo papal para los refugiados alemanes en España en el año 1949". El papel del Vaticano, y sobre todo de la Iglesia italiana, en la evacuación de nazis perseguidos al final de la segunda guerra mundial ha sido un tema muy estudiado y controvertido. Los historiadores desconocen sin embargo, la existencia del donativo papal del año 1949, aquí mencionado.La carta expresa el agradecimiento general y colectivo de los nazis alemanes refugiados en España por la contribución de la Santa Sede a "la generosa y cálida acogida que estas personas han encontrado en la España católica de Franco".1949 registró una gran ola de nazis alemanes hacia España. Aquel año las fronteras europeas se habían hecho más permeables y relajaron su control. "Huir de Alemania no era fácil, no había aviones, pocos barcos y puertos y destinos estaban fuertemente vigilados", explica Collado. Muchos nazis ocultos perseguidos por crímenes aprovecharon aquel relajo para huir desde sus escondites en Alemania, Italia, Croacia y otros lugares, principalmente hacia América Latina, pero con España como etapa importante. Se estima que en los años cincuenta había en España unos 10.000 alemanes, la segunda colonia extranjera más importante detrás de la portuguesa.Konrad Simonsen, también conocido como MacKey, era un monje capuchino amigo y colaborador de Otto Skorzeny en su proyecto militar español. Durante la guerra civil española su monasterio fue disuelto por los milicianos y el capuchino pasó a la zona franquista, donde se hizo capellán de la Legión Cóndor y, más tarde, de la "División Azul".Respetable en un país desgraciadoEn la España de Franco, Otto Skorzeny, hombre descrito como "desagradable" y "manchado de sangre" por alguien que le conoció en el Madrid de finales de los cincuenta, implicado en las redes de escape nazis y en la venta de armas a medio mundo, desde Egipto –donde un nazi preparaba a la policía local- hasta Angola, Biafra y América Latina, era celebrado como "insigne coronel de las Waffen SS" en la prensa española. El 21 de marzo de 1958, aparece en la portada de huecograbado de la Vanguardia con motivo de una conferencia que dio en el Instituto Nacional de Industria de Madrid. "El oficial alemán que liberó a Mussolini de su prisión, pronuncia una conferencia en el Instituto Nacional de Industria sobre el tema, "Diques flotantes", señala el pié de foto.
España, nido de nazisEn nuestro país todavía viven como apacibles jubilados algunos de los más temidos jerarcas del III Reich. El juez Ismael Moreno acaba de pedir la extradición de un oficial de las SS acusado de genocidioA Hauke Pattist le gustaban los coches, la caza y las tertulias de café. Escanciaba sidra con maneras de experto. Se reía estrepitosamente. Por las tardes, si el invierno le daba una tregua, paseaba sus 73 años por la ribera del río. En Ribadesella lo recuerdan como un anciano alto y pálido que movía mucho las manos al hablar. Un tipo agudo, socarrón, con tendencia a celebrar sus propios chistes, que pasaba largas temporadas en Oviedo. Los investigadores Manuel Carballal y Clara Tahoces consiguieron localizarlo a finales de los 90. A Pattist lo buscaba la justicia holandesa por crímenes de guerra. En 1946 un tribunal lo había condenado a cadena perpetua como culpable de la detención de más de 2.000 judíos en Amsterdam, muchos de los cuales fueron torturados o asesinados después. Escapó. La Fundación Wiesenthal lo consideraba un objetivo prioritario. Pattis reconocía abiertamente su militancia en las SS, pero siempre negó los cargos. Cuando Carballal y Tahoces le preguntaron al respecto, el abueles invitó a otra ronda y dijo: «Han sacado las cosas de quicio acusándome de tantas barbaridades. Total, por mearle encima a una judía embarazada...»Hauke Pattist murió en Langreo en enero de 2001 sin haber renunciado a sus «valores raciales», con la conciencia aparentemente tranquila y el certificado de penales limpio. España jamás admitió a trámite ninguna de las solicitudes de extradición del gobierno holandés.No es un caso aislado, sino la demostración palmaria de la impunidad con la que altos cargos de la jerarquía nazi se han movido y aún se mueven por nuestro país, ajenos a las maniobras, cada vez más inviables, de instituciones como el Centro Wiesenthal. Efrain Zuroff, ex agente del FBI y actual director del organismo israelí, resume así el sentido de la llamada 'Last Oportunity Operation', un intento desesperado por implicar a la comunidad internacional en la lucha: «Dentro de cinco años el último criminal de guerra nazi habrá muerto, será muy viejo o estará demasiado enfermo como para que podamos sentarlo ante un tribunal. Ésta es una batalla contra el reloj. Y estamos en el tiempo de descuento».Ahora que el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno acaba de solicitar a Alemania la entrega del guardia John (Ivan) Demjanjuk para que se le investigue como cómplice de los delitos de genocidio y lesa humanidad que se produjeron en el campo de concentración de Flossenbürg, cabe preguntarse si hay que ir tan lejos para buscar justicia. ¿No quedan nazis vivos refugiados en España? La respuesta la da el experto Joan Cantarero: «Claro que los hay. Pero no se les encuentra porque no se les quiere buscar».El autor de 'La huella de la bota' (Temas de Hoy), un minucioso trabajo de investigación en el que pone al descubierto las vinculaciones entre las organizaciones ultraderechistas «legalmente constituidas» y destacados elementos del nazismo acogidos por España tras la Segunda Guerra Mundial, da tres nombres sin pestañear: Herbert Schaefer, Theodor Soucek y Fredrik Jensen. Y hay sospechas fundadas de que un cuarto hombre, Aribert Heim, alias el 'doctor Muerte' y 'el carnicero' de Mauthausen, también goza o ha gozado de un tranquilo retiro a orillas del Mediterráneo.El hombre de OdessaA sus ochenta y tantos, Soucek no se esconde. Reside en la urbanización Xanadú, de Benalmádena, y aunque anda bastante tocado desde hace años, todavía sacaba fuerzas para descolgarse, de vez en cuando, con algún texto revisionista que publicaba en revistas tan inequívocas como 'Sieg'. Comparte los círculos negacionistas del Holocausto con su vecino, un agradable señor, educado y vehemente, de procedencia nórdica, que presume del 'privilegio' de ser el único extranjero laureado por el Führer con la Cruz de Oro: Frederick Jensen.Es difícil aceptar que ese anciano que ayudaba a diario a su esposa Karim a bajar las escaleras de la urbanización Los Beldeberes de Marbella, fue el héroe nazi por excelencia bajo el gobierno de Vidkud Quisling, defensor de la supremacía aria en Noruega y responsable del asesinato de al menos 762 judíos. Jensen se destacó combatiendo en primera línea, y fue condecorado por sus méritos en la trinchera por el mismísimo Hitler. Tras la guerra, pasó diez años en prisión. Después, en Suecia, se convirtió en un próspero industrial, hasta que, a finales de los 70, adquirió un chalé de 800 metros en la Costa del Sol. A lo largo de su 'jubilación' solo ha sufrido un disgusto de cierta entidad. Gracias a las presiones de la Interpol, que continuaba buscándolo, en 1994 fue detenido y deportado a los Estados Unidos, aunque el proceso acabó de nuevo con Jensen en Andalucía.En algunas de las reuniones periódicas en las que Jensen y Soucek recuerdan sus batallitas del pasado se deja ver Herbert Schaefer, abogado de las SS, residente en la avenida del Mar (Arroyo de la Miel, Málaga), a quien, además de la historia y los negocios, le interesa el arte. Tanto como para exponer su colección en la Universidad de Yale, donde un estudiante judío reconoció uno de los cuadros que los alemanes habían 'requisado' a su familia durante el expolio nazi. Se le busca, entre otras lindezas, por traficar con piezas robadas.Aribert Heim, el cuarto hombre, el primer 'as' de la baraja, tenía unas aficiones un tanto particulares. Le gustaba, por ejemplo, abrir en canal a dos gemelos judíos, extraerles el páncreas y cronometrar el tiempo que tardaban en morir. Los españoles de Mauthausen le llamaban 'el banderillero', por su empeño en pincharles hormonas de animales, benceno, combustible para tanques...Durante décadas ha sido el gran quebradero de cabeza del Centro Wiesenthal. Su fundador, Simon Wiesenthal, aseguró antes de morir que residía en Valencia. Se apoyaba, además de en ciertos testimonios verbales, en las transferencias bancarias que su familia hacía periódicamente a una cuenta española. La última fue de 180.000 euros. Después, a su titular se le perdió el rastro. Algunos investigadores lo sitúan en Chile. Su hijo afirma que murió en Egipto. Los sabuesos de la Winesenthal siguen empeñados en que se esconde en el Levante.Ni Schaefer, ni Soucek, ni Jensen han mostrado jamás el más mínimo signo de arrepentimiento. Tampoco lo hicieron Wolfgant Jugler (considerado por Hitler el hijo que nunca tuvo), Otto Remer (fallecido en octubre de 1997), ni Hans Hoffman (octubre de 1998) o Leon Degrelle (marzo de 1994), todos ellos altos cargos de la SS que acabaron sus días en España. Sus conciencias parecían inmunizadas contra la culpa, al igual que la de Hauke Pattist, el abuelo del principio, tan campechano y bonachón, que se despidió de su entrevista con los investigadores Manuel Carballal y Clara Tahoces con un chiste: «¡Eh!», les gritó, cuando ya se iban: «¿Sabéis cómo entran 50 judíos en un Seiscientos?» Pausa expectante, sonrisa abierta y guiño cómplice. «¡Pues en el cenicero!».